#AlgoBuenoQueContar
COVID-19 da respiro a las aves urbanas para cantar.
*El teletrabajo y la restricción vehicular sanitaria han mermado el nivel de ruido en la ciudad, lo que pudiera estar beneficiando a las aves a la hora de cantar con fines reproductivos y en defensa del territorio.
📸Por sus características de adaptación a entornos urbanos y su canto, los sotorrés cucaracheros se consideran un indicador biológico de la salud ambiental de un determinado lugar.
Las medidas sanitarias impuestas debido al COVID-19 llevó a las personas a permanecer más en sus casas y, con ello, el ruido en las ciudades disminuyó.
Para Luis Sandoval, investigador del Laboratorio de Ecología Urbana y Comunicación Animal de la Universidad de Costa Rica (UCR), las aves pudieran estar aprovechando este momento para cantar mejor, ya que sus vocalizaciones no se ven interrumpidas o enmascaradas por el ruido urbano.
Con el afán de comprobarlo, público el Semanario Universidad, Sandoval y su equipo están saliendo dos veces a la semana a monitorear cuatro puntos ubicados en la UCR: el campus de la sede Rodrigo Facio, la Ciudad de la Investigación, las instalaciones deportivas y el Jardín Botánico Lankester.
En el 2020, el Laboratorio de Ecología Urbana empezó a trabajar con ranas para medir el impacto tanto de la contaminación acústica como de la lumínica.
Lo han hecho con mayor regularidad después de Semana Santa, centrando su foco en el soterré cucarachero (Troglodytes aedon). Un estudio liderado por Roselvy Juárez, en el cual colaboró Sandoval, demostró que esta especie de ave reduce la complejidad de su repertorio y cambia la frecuencia del canto —por una más alta— en respuesta al ruido, lo cual tiene implicaciones tanto en la salud del animal como en su éxito para encontrar pareja durante la época reproductiva.
Esta pausa en la cotidianidad humana, causada por COVID-19 brinda a los biólogos una oportunidad para seguir monitoreando a los sotorrés bajo condiciones mínimas de ruido y así comparar esos datos con los recolectados en 2015 y 2016 cuando Juárez realizó su investigación.
Según Sandoval, el equipo está a la espera de contar con una carta de excepción a la restricción vehicular para poder grabar el canto de los sotorrés, ya que para hacerlo deben llegar al sitio de monitoreo a las 5 a.m. y las medidas sanitarias se los ha impedido. Por ello, y por el momento, están registrando solo los niveles de ruido.
Ruido:
El Laboratorio de Ecología Urbana y Comunicación Animal tiene más de diez años de estudiar los efectos de la urbanización en la comunicación de las aves que habitan en las ciudades, incluso utilizan los mismos sitios de monitoreo para contar con datos más robustos y a largo plazo.
El Laboratorio de Ecología Urbana y Comunicación Animal tiene más de diez años de estudiar los efectos de la urbanización en la comunicación de las aves que habitan en las ciudades, incluso utilizan los mismos sitios de monitoreo para contar con datos más robustos y a largo plazo.
En este tiempo, Sandoval ha notado un incremento en el ruido. “Aún dentro de las instalaciones deportivas o el Jardín Lankester, que son sitios donde menos desarrollo urbanístico ha habido, todo el ruido que viene de los alrededores ha aumentado a lo largo de los años”, dijo.
Según el investigador, como la cantidad de ruido va incrementándose poco a poco, el oído humano se ha acostumbrado y su impacto ha pasado desapercibido, pero los registros muestran efectivamente un aumento.
Lo cierto es que, después de la Semana Santa del 2020, los datos han mostrado que el ruido ha disminuido en los cuatro sitios de monitoreo. No solo por la ausencia de carros, sino también de las pisadas de las personas que cuando se desplazan generan un barullo que puede ser imperceptible para el oído humano, pero no para otras especies.
“Estos días casi no va nadie al campus, no hay personas movilizándose y la cantidad de vehículos ha disminuido significativamente, entonces sí hemos notado una reducción importante en los niveles de ruido”, manifestó Sandoval.
Esta disminución en el ruido pudiera estar beneficiando a cerca de 50 especies de aves como el yigüirro, el bobo, el carpintero, oropéndolas, el pecho amarillo, las viuditas y el come maíz.
La mayoría de estas se encuentran en época reproductiva desde el mes de abril y, al existir menos ruido, el gasto energético para hacerse oír podría ser menor y su canto más atractivo para las hembras, así como mejorar a la hora de defender el territorio.
“Los pichones que nazcan durante este periodo de silencio podrán aprender mejor sus cantos, ya que los adultos van a cantar todo su repertorio y estos lo van a poder oír para aprendérselo”, destacó Sandoval.
Las aves no serán las únicas beneficiadas. Las ranas, algunos insectos y mamíferos que viven en entornos urbanos que utilizan vocalizaciones para comunicarse con fines reproductivos también percibirán el cambio.
“Aunque la cuarentena ha afectado el día a día de las personas, el haber disminuido nuestros niveles de ruido de manera involuntaria les ha dado un descanso de la contaminación acústica y les mejora la calidad de vida a la gran mayoría de los animales que viven en la ciudad”, comentó Sandoval.
Fuente Textual y foto: Semanario Universidad.
Lu
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